El valle de la Solana es uno de tantos. De tantos como despoblaron sin razón ni sentido, sin piedad ni vergüenza, a mitad del pasado siglo. Una “víctima colateral†del pantano fantasma de Jánovas, el que ni fue ni será pero nos ha ahogado ya los sueños.
También el protagonista de esta canción es uno de tantos. Uno de los nuestros. No de los que deciden y soplan y trillan. De los que son trillados. Y todos, alguna vez, lo somos. Aunque no nos echen de casa.
Una reflexión en la encrucijada de los infiernos. Cuando la vida te da a elegir entre morir o ser nada, y hay que marchar o quedar, y todo es –o lo parece– lo mismo.
Pero ninguna historia está escrita. Muchas de aquellas pajas aventadas resultaron ser otra cosa. No lo que la vida, con sus cartas trucadas, les anunciaba. No lo que querían que fuesen. Lo que de verdad eran.
Granos de trigo montañés que germinasteis en otras tierras, a vosotros está dedicada esta canción.