En enero del año 1992, un grupo de amigos que
nos habíamos reunido alrededor del grupo del Palotiau
de Boltaña, con el que llevábamos tocando
ya desde algunos años atrás, pensamos en
la posibilidad de recuperar la ronda, un acto que había
sido parte importante de nuestras fiestas, pero se había
perdido desde hacía ya un tiempo. Aquel día
de San Pablo, fiesta menor de Boltaña, las viejas
piedras del casco antiguo volvieron a vibrar con los familiares
pero casi perdidos sones de la gaita, que desde que en
los años sesenta muriera Chuan Cazcarra, de Bestué,
el último de los gaiteros de Sobrarbe, no había
rondado por las calles de nuestro lugar. Y con ella sonaron
la trompa (un oboe popular), los acordeones, y junto a
ellos guitarras, guitarricos, laúdes y bandurrias,
los instrumentos de la rondalla. Y hubo jotas, -¡cómo
no!-, pero también, como las ha habido siempre
en las rondas de la montaña, mazurkas, polcas y
pasodobles; músicas de Sobrarbe, del Pirineo entero
y de todo Aragón; porrones y pastas, canciones
y baile. ...Hubo, de nuevo, ronda.
Y en agosto, para las fiestas mayores, con la albahaca
florecida y las casas llenas, volvió a haberla.
Y la hubo los años siguientes, y no sólo
en Boltaña. A partir del verano de 1994, correspondiendo
a las invitaciones de nuestros amigos y vecinos, salimos
a rondar por los pueblos del Sobrarbe. Fueron ellos
-porque uno a sí mismo no se llama- quienes nos
dieron este nombre que hoy tenemos: La Ronda de Boltaña.
Y cuando nos oímos llamar así, nos pareció
que no había otra manera mejor de llamarnos (...
o de que nos llamaran).
Desde entonces hemos realizado algo más de 900
actuaciones. La mayor parte de ellas han sido rondas,
en pequeños pueblos del Sobrarbe o del resto
del Pirineo aragonés, pero a raíz de grabar
nuestro primer disco en 1996, y al llegar a ciudades,
festivales y lugares donde por el número de gente
que acudía a vernos o por las propias circunstancias
físicas del marco de la actuación no era
posible rondar, tuvimos que empezar a tocar también
en escenario. Desde entonces alternamos ambos tipos
de actuación, pues si el escenario nos permite
tocar en lugares y llegar a gente que con una ronda
no sería posible, ésta nos mantiene en
contacto con nuestra verdadera manera de entender y
disfrutar la música popular: integrados en las
calles de nuestros lugares, rodeados de albahaca, rosquillas
y vino rancio, y con nuestra gente alrededor, no como
meros espectadores sino como parte activa e imprescindible
de la ronda, de la fiesta.
En uno y otro caso -escenario o ronda-, nuestra formación
es la misma, aquella con la que empezamos: Voces, los
instrumentos propios de la rondalla (guitarra, guitarro,
laúd y bandurria), y junto a ellos los instrumentos
de nuestra tierra pirenaica (la gaita de boto -hija
de la del último de los viejos gaiteros de nuestro
Sobrarbe, el antes citado Chuan Cazcarra, de Bestué-;
la trompa -un oboe popular; concretamente el que tocaban
los famosos músicos de Caserras, en la Ribagorza-;
y representando a las tierras del Viejo Aragón,
el chuflo y el salterio -una flauta de tres agujeros
acompañada por un tambor de cuerdas-). Completan
el grupo el clarinete, el bajo o el contrabajo-, y otro
instrumento que, sin ser popular, tiene ya una larga
historia y un importante papel en las músicas
- sobre todo en las de baile- no sólo del Pirineo,
sino de toda Europa: el acordeón. Cromático
y diatónico (o lo que es lo mismo, el moderno
y aquél viejo acordeón de botones ), ambos
suenan en la ronda.
Y con todos ellos hace sonar la ronda pasodobles, polcas
y mazurkas; las viejas danzas del Pirineo -el Tin-tan,
el Cascabillo, los palotiaus...- y otras músicas
que desde cualquier lugar del mundo han sabido llegarnos
al corazón; piezas tradicionales, o de nueva
creación; canciones, bailes... y alguna jota.
Ronda al estilo de la montaña: ante una puerta
se canta, ante otra se baila... y en todas se come,
se bebe y se charra con tantos amigos, parientes y vecinos
que hoy viven lejos y a los que hacía un año
que no se veía.
Desde 1994, ante muchas de esas puertas de nuestro
pequeño país empezamos a cantar canciones
compuestas por el grupo. La primera fue la "Mazurka
de Bruno Fierro", y luego siguieron otras muchas,
con las que -de momento- hemos grabado cinco discos:
en 1996 "La Ronda de Boltaña"; en 1998
"Banderas de Humo"; en 2001 "País
de anochecida"; tras seis años de silencio,
en 2007, “¡Salud, país!”, y
en 2014 -tras otros siete años de pausa- "La
huella que el tiempo deja". Cerca ya de un centenar
de canciones que desde la lágrima a la risa,
quisieran explicar y defender la tierra, las gentes,
la cultura y la manera de vivir de nuestro Pirineo.
Canciones que seguimos cantando desde nuestra esquinita
del mapa pero, de una manera cada vez más consciente,
para todo Aragón, sabiendo que al hablar de nuestra
casa hablamos de la de tantos otros, de tanto como compartimos
y nos une. Esas canciones constituyen hoy la práctica
totalidad del repertorio que hacemos al subir a un escenario,
pero sólo una pequeña parte,- aunque muy
importante para nosotros- de lo que cantamos por las
calles.
En estos momentos , veinticinco años después
de aquella helada jornada de San Pablo, seguimos donde
estábamos, donde queríamos estar, en Boltaña.
...Pero rondando algunas veces , eso sí, bastante
más lejos de donde teníamos previsto;
y cobrando, como siempre, muy cara nuestra música
en chiretas, vino, fiesta y amistad.
...Y lo que te rondaré, morena.
Porque si el porrón aún picha y la albahaca
mantiene su perfume, si nos sobran ganas de seguir y
celebrar estos veinticinco años y los que vendrán,
que nadie cierre aún la puerta...que ya llegamos.
El país invita. ¿Otra ronda?...
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