Nombrar lo que amamos es rendirle un homenaje de amor, pero también hacerlo más nuestro. (Cualquiera que haya estado enamorado lo sabe).
A veces inventamos nombres para nombrarlo. Otras, sin embargo, tiene tantos, que ni nos damos cuenta de que al pronunciarlos, también lo nombramos. Si la parte es el todo (¡corazón!), con el nombre de cualquiera de tus pueblos –“pronuncio Sobrarbeâ€...– te nombro, Aragón.