Tal vez la intolerancia y el fanatismo sean temas demasiado serios como para que nos permitamos tomarlos a risa. Pero nada hay más eficaz para expulsar del corazón a esos demonios que tantas veces nos han poseído, que el humor; nada mejor que reírse de uno mismo.
Aquellas infelices brujas y aquellos pobres espirituados -hijos de nuestra historia, ese país de anochecida del que todavía nos alcanza alguna sombra-, siguen en cierto modo viviendo entre nosotros. Son los inadaptados, los enfermos, los "distintos"; todos aquellos a quienes rechaza la sociedad.
...¿Y los inquisidores?. Entre nosotros -en nosotros, que es peor-, siguen también.
Con un porrón es difícil apagar una hoguera. Con muchos... |
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Puyarruego, hacia 1950.
Archivo de Severino Pallaruelo |