
-Crónica de las siete olas-
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Siete, veinte o ciento treinta
y siete, según se cuente. Que cada cual lleva
su cuenta y su recuerdo.
Aquellos dÃas de primavera, con
el rompeolas batido y el futuro confinado entre
paréntesis, nos propusimos tantas cosas… BastarÃa
con cumplir una: no olvidar.
No es una crónica, ¡qué va! Sólo
siete canciones, siete olas del recuerdo, siete
momentos hechos música y palabra. Que para todo
hubo tiempo aquellos dÃas del confinamiento.
Porque, aunque sólo una de esas
siete canciones fue escrita durante aquél compás
de silencio, todas ellas han nacido de
él. De lo que vivimos, de lo que sentimos y pensamos
entonces. Aullidos de ambulancia y el eterno tic-tac
del tiempo detenido en un reloj de pared. El angustioso
jadeo de un respirador y la sintonÃa de los noticiarios
en la omnipresente televisión. Las residencias
devastadas. Pero también los aplausos de las ocho,
las perezosas mañanas de paz y rutina, el llanto
de una recién nacida, el abuelo en su mecedora,
la enfermera que te sonrÃe bajo la mascarilla.
Esa ceremonia del amor distante, reflejado en
la pantalla -metro y medio o medio mundo, pero
siempre junto a ti-…
Y junto a todo ello, los propósitos
que nos hicimos y no hemos cumplido. Las respuestas
que entrevimos y hemos ignorado. Los abuelos hacinados,
el rompeolas hundido y los héroes en precario. El
debate que acallaron los brindis. ¿Otro giro en
la rueda? ¿Otra ola en el horizonte?
Quizás entre paréntesis, pero la
vida.
Entre tantas canciones, y en un
disco cuajado de violetas y futuro, siete olas que
rompen juntas para evocar aquellas horas de zozobra,
aquel naufragio.
Y hoy, en la playa del dÃa después,
siete ocasiones para no olvidar.
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